LA GUERRA DE TEXAS (1836)


Los antecedentes tanto de la separación de Texas como la pérdida de territorio nacional se encuentran, los graves problemas nacionales, en la denominada Doctrina Monroe y el destino Manifiesto. El 22 de Diciembre de 1823 James Monroe, presidente de los Estados Unidos, dirigió un mensaje anual al congreso. En una parte de sus discursos planteó una serie de principios que guiaron la política exterior norteamericana durante el siglo XIX.

Ante la posibilidad de que España, con la ayuda de otras naciones organizadas en la denominada Santa Alianza, tratara de recuperar las colonias iberoamericanas, limitando la expansión territorial norteamericana, Monroe expresó un conjunto de ideas que, conocidas como Doctrina Monroe, tendría repercusión en el mundo a partir de la cuarta década de siglo XIX.

Para Elliot, Steele y Leuchtenburg (1997, P. 239), las palabras del presidente estadounidense que sintetizas la Doctrina son las siguientes:

           Los continentes americanos (…) no podrán considerarse ya como campo de futura colonización por ninguna potencia europea.

          El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto… del de los Estados Unidos de América. Considerando todo intento de su parte por extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y seguridad.

            No nos hemos entrometido en las guerras de las potencias europeas sobre cuestiones concernientes a ellas, ni se aviene a nuestra política hacerlo.

Sin embargo, fue hasta el mensaje de Diciembre de 1845, del presidente James Knox Polk, en la cual alude la anexión de Texas y a la posibilidad de la guerra contra México y sus posibles aliados europeos, cuando se apelaría la Doctrina Monroe, a fin de fijarla en la conciencia nacional:

          La ocasión es propicia para retirar y reafirmar el principio formulado por Mr. Monroe y declarar mi cordial conformidad cuanto a su sabiduría y sana política (…) nuestra seguridad y nuestros intereses reclaman asimismo, que la eficaz protección de nuestras leyes se hagan efectivas en toda nuestra extensión territorial, y que se anuncie claramente al mundo como nuestra política permanente la de no consentir que se funde en parte alguna del continente norteamericano ningún futuro dominio o colonia europea.

Ya desde principios del siglo XIX, Texas perteneciente a las provincias internas de Oriente, era considerado territorio en disputa entre la Nueva España y los Estados Unidos de América. Esta situación comenzó a ser constante a partir de 1804, año en el que el gobierno norteamericano adquirió el territorio de Luisiana, moviendo la frontera hasta el territorio texano. La recién vecindad entre los dos países permitió colonos norteamericanos ingresaran a México, asentándose en Texas, lo que motivó que el gobernador Antonio Martínez se empeñara infructuosamente en atraer población novohispana que contrarrestase la inmigración estadounidense.

La Guerra de independencia de la Nueva España convirtió a Texas en un lugar importante debido a que era el paso obligado para el refugio y la compra de armas por partes de los insurgentes; esta situación propició que aventureros y fugitivos norteamericanos se internaran en Texas bajo el pretexto de luchar por la libertad.

En 1819, el Tratado Continental suscrito entre los representantes de Estados Unidos y España permitió que se reconociera la frontera novohispana y que cerca de 350 familias católicas provenientes de Estados Unidos y gobernadas por Moses Austin se asentaran en Texas. Más tarde, el Acta de Colonización expedida por el Imperio Mexicano (julio 1822 – Marzo 1823) cedió terrenos y otorgó exención de impuestos a los colonos norteamericanos bajo condición de que no poseyeran esclavos, fueran católicos y no se asentaran en costas y fronteras, condiciones que nunca fueran respetadas debido a la inexistencia de una autoridad mexicana permanente.

En 1824 a instancia de los colonos, Texas se incorporó al estado de Coahuila, a fin de que no fuera gobernada por la administración Federal y se permitiera abiertamente la inmigración. En consecuencia, desde Saltillo se aprobó la entrada de más de 1250 familias estadounidense.

El ánimo de los colonos norteamericanos por separar Texas de México se presentó tempranamente, en 1826. Haden Edwards proclamó la República de Fredonia de Nacogdoches con apoyo indirecto de los Estados Unidos. Esta vez, el hijo de Moses Austin, Stephen, combatió la insurrección a fin de ganar la simpatía del gobierno mexicano. Después de Frustrar los planes de Edwards, el gobierno le otorgó mayores concesiones de tierras, el control sobre los colonos de Texas y la autorización para que los inmigrantes se asentaran tanto en las costas como en la frontera con Estados Unidos.

Hacia 1830, el general Manuel Mier y Terán, enviado por el gobierno para vigilar Texas, advirtió que la población era mayoritariamente extranjera, no respetaba las leyes mexicanas, sobre todo las referentes a la prohibición de la esclavitud; ni guardaba fidelidad a las instituciones mexicanas, lo que en el futuro facilitaría una invasión norteamericana. Ante lo alarmante del informe, Lucas Alamán, ministro de relaciones en el gabinete de Anastasio Bustamante, promulgó una nueva ley de colonización el 6 de Abril de 1830, mediante la cual se prohibió la entrada a nuevos inmigrantes, se sometió la colonización  a la autoridad federal y se planteó la existencia de una fuerza armada permanente de origen exclusivamente mexicano.

Ante estas disposiciones los colonos se inconformaron y se incorporaron a la rebelión que encabezada por Antonio López de Santa Anna, derrocó a Bustamante. Tiempo después en una convención en la que se prohibió la asistencia de mexicanos, s solicito la separación de Texas del estado de Coahuila y la derogación de las leyes antiesclavistas.

En enero de 1833 se organizó en el poblado de San Felipe la segunda convención. Esta vez Austin y sus allegados redactaron la Constitución del Estado de Texas, en abierto desafío a las leyes mexicanas. EL objetivo de elevar la provincia al rango d estado libre y soberano era que la Federación concediera mayor autonomía a los colonos estadounidenses.

En tal acción, el gobierno de Valentín Gómez Farías ordenó el arresto de Austin a su postura claramente separatista y envió al  hijo de  José María Morelos y Pavón, Juan Nepomuceno Almonte a tranquilizar a los colonos. Una vez en Texas, Almonte permitió que los colonos estadounidenses aumentaran su representación política en el congreso de Coahuila y nombró a un inmigrante norteamericano como juez principal en la provincia y concedió que el inglés se utilizará para trámites legales.

A pesar de las medidas conciliatorias y pacificadoras, los colonos organizados por William Travis y el ex gobernador de Tennessee, Samuel Houston, formaron clubes que lucharon abiertamente por la independencia, Por otro lado, el gobierno norteamericano o de Andrew Jackson apoyó los planes independentistas al igual que los mexicanos exiliados en New Orleans.

Con el fin de defender la integridad territorial, el gobierno mexicano promulgó un decreto mediante el cual consideró piratas a los extranjeros que promovieran y apoyaran la independencia Texana. Los enemigos del sistema Federal acusaron a este de la causa de la inminente separación, por esta razón, el Congreso mexicano abolió el federalismo y proclamó la República centralista.

Con ese pretexto, los colonos texanos se rebelaron abiertamente y declararon la guerra a México, confiando el mando de la guerra a Samuel Houston. Bajo la protección estadounidense declararon la independencia en Washington el 2 de Marzo de 1836. Pocos meses antes, el ejército mexicano, mal armado y peor alimentado, al mando de Antonio López de Santa Anna, había ocupado San Antonio Béjar. EN el fuerte de El Álamo, haciendo uso de decreto antes mencionado, Santa Anna ordenó la ejecución de los rebeldes que allí se habían atrincherado.

Después de la promulgación de la independencia, David Burnet y Lorenzo de Zavala fueron elegidos presidente y Vicepresidente de la República de Texas, respectivamente. El 22 de Abril de 1836, los rebeldes texanos sorprendieron al ejercito de Santa Anna en las riberas del Río San Jacinto, cerca de la actual ciudad de Houston. En poder de los rebeldes, Santa Ann firmó los Tratados de Velasco, con los que acepto retirar las tropas mexicanas de las posiciones texanas. En otro  texto secreto, se comprometió a gestionar el reconocimiento del gobierno mexicano a la independencia de Texas.

La separación de Texas demostró el expansionismo norteamericano, materializado con el  apoyo del presidente  Andrew Jackson brindó a los insurrectos, al proveerles de armas y efectivos, y el reconocer a la independencia en Marzo de 1837 a pesar de la protesta mexicana. Esta acción dio pie a la ruptura de relaciones Diplomáticas entre México y Estados Unidos.

Las intenciones mexicanas de reconquistar Texas se plegaron a la realidad: gobiernos débiles, carencia de un ejército profesional, inexistencia del nacionalismo, crisis hacendaria, amenaza de intervenciones de los gobiernos de España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos a causa de falta de pago de las indemnizaciones reclamadas y por último, los frecuentes motines y rebeliones que marcaron el caótico México decimonónico.

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